Me doy cuenta de lo vulgares que son las lágrimas
que viniendo desde lo más interno solamente baldean unas gotas de humedad,
solamente el borde del inmenso baldío salado. Parecen servilletas de papel baratas. Y lo que queda adentro, en lo profundo, deja de tener nombre para el que necesista nombrarlo.
Queda solamente seguir ablandándose.