"..porque nadie crea en ello, no deja de ser verdad."

10/10/12

Convivencias

Te diré que es bastante fácil girar la cabeza hacia el cuarto
el refugio gélido, la cama
y hacer como si no pasaran
los desencuentros, los platos sin lavar, las boletas acumuladas
y me dirás que es el tiempo
que el trabajo
y entre medio de todo ese amor que te amputó una pierna, y que por eso el desazón.
Pero hay enjambres en cada esquina del techo, y las grullas no logran vencer a semejantes fantasmas implascibles
[Y ahí va de nuevo, esa naturalidad con la que invento palabras, mientras nado en el lenguaje testaferro-]
pero de qué me voy a servir cuando de nuevo nos sentemos con una taza de té sobre la mesa sin mantel
nuestras caras ya no tienen esa impermeabilidad de bota de lluvia amarilla
un comentario sobre la familia y el trabajo mal pago,
mis pestañas, los parrarayos de lo que informe transita en tu mirada vaga
otro comentario sobre los precios del supermercado y la junta vecinal que decidió juntar firmas,

y si hubiera terrones de azúcar ya toda la sala estaría recubierta en una lámina fina de cuadrados dulces tajantes, y las dos con todos nuestros demonios histéricamente tratando de juntarlos mientras se diluyen sobre nuestras manos dejándonos pegoteadas
cada una a su propio cuerpo, sólo el halo de la incertidumbre
como un olor rancio que sugiere la heladera (ese animal insolente que ni siquiera puede callarse la tapa del congelador)
o como la sospecha de que las cochinillas se bajaron de la madreperla y las otras plantas y vienen a convivir un tiempo entre nuestras articulaciones-

Pero no hay terrones que nos señalen con gritos ni agiten señales de tránsito,
las pelusas y el gato no ayudan mucho cuando se trata del barrido
y quizás se nos ocurra
en secreto
despacito
volver a posponer esa charla
la que estuvo sonando todos estos días, entre trapos y visitas
para tener un tiempo más de ofuscaciones intra-camales
poder deslizarnos con tonos menores en discusiones de todos los días

sabiendo que, sin embargo, el olor a humo por más broches de ropa y trajes de aluminio terminará por dibujar en las paredes  las figuras bailando astutos aquelarres
que nos cercan más y más
con el insomnio

Nietzsche

Pero no fue el sufrimiento mismo su problema,
sino la ausencia de respuestas
al grito de la pregunta:


¿PARA QUÉ SUFRIR?

Mis oídos

Si me atrevo a mirar y a decir...