"..porque nadie crea en ello, no deja de ser verdad."

13/8/10

Lobo estás I

H a y  u n  l o b o  e n  l a  e n t r a d a  d e  m i  p u e r t a,
me toca suavemente la conciencia y me dice que le abra
que es un viejo amigo, que viene a recoger los pedazos viejos de mi confianza
para unirlas de punta en punta hasta crear una estrella vespertina del amanecer.
El lobo ya ha rondado varias veces por casa, conoce el color desteñido de la puerta de madera,
un verde petróleo caprichoso; ya ha olido tantas veces las enredaderas que se aplastan contra todas las ventanas de mi casa.
Esta vez va a entrar. Esta vez va a derramar a portazos los rincones oscuros de esta casa de un monoinquilino.
Yo sé lo que te hace falta, me dice, el vapor que sale de su gigantesca boca al decir esas palabras forman avalanchas de aire herrumbroso y choca hasta mis pestañas de despedidas. Yo sé que estás dividida, dejáme ayudarte a destrozarte por fuera. Yo quiero terminar con esa carne putrefacta llena de nidos de moscas y larvas melancólicas. Liberación.
Esta chocándose los dientes afilados contra los bordes oxidados de la ranura de la puerta. 
No quiero abrirle la puerta.
Pero sonámbula camino entre las escaleras dadas vueltas, que forman figuras seprentinas sin retorno ni recuerdo,   cada vez más cerca de la puerta de entrada,
que será de salida esta vez.

Estoy en frente. Escucho los soplidos del enorme animal, el latir de sus intestinos, las venas que bombardean la sangre por todo su voluptuoso cuerpo negro y peludo, las ganas asesinas, los ojos verdes que traspasan la madera poco a poco.

Y cuando estoy en frente, cuando extiendo la mano para abrirle y darle la bienvenida -

oscuridad.

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Nietzsche

Pero no fue el sufrimiento mismo su problema,
sino la ausencia de respuestas
al grito de la pregunta:


¿PARA QUÉ SUFRIR?

Mis oídos

Si me atrevo a mirar y a decir...